martes, 27 de mayo de 2014

La hora de los consensos económicos

Así como la sociedad hoy defiende en forma unánime a la democracia, también deberá ser firme, para salir adelante, el rechazo al populismo económico.

Durante las últimas décadas se han ensayado toda clase de explicaciones sobre el retroceso argentino. Politólogos, economistas, historiadores, sociólogos, filósofos, ensayistas argentinos y extranjeros, han producido una copiosa bibliografía sobre la materia.
La propia abundancia de teorías y contrateorías ha dificultado que se llegara a un consenso sobre las causas de nuestra decadencia como sociedad y ha generado una tendencia a buscar explicaciones sofisticadas o con una pretensión de originalidad, relegando hipótesis más obvias y directas, descartadas por su aparente simplicidad, pero que no por eso deben dejar de mencionarse. En este sentido, defendemos una hipótesis básica y rigurosa sobre la causa del retroceso argentino: la ausencia de consensos a largo plazo. En el largo plazo las naciones convergen hacia sus niveles potenciales de renta per cápita más por la estabilidad y coherencia de su sistema de economía política que por la abundancia de sus recursos.
En otras palabras, a largo plazo la consistencia de las instituciones políticas y económicas tienen mayor peso para el desarrollo que la disponibilidad de recursos naturales.

Los consensos se perdieron a partir de la Segunda Guerra Mundial cuando hizo su aparición plena el populismo. Del mismo modo que se han ensayado numerosas hipótesis sobre el retroceso argentino, también sobre el populismo existen una gran variedad de definiciones. Y de igual modo aplicamos la navaja de Ockam -principio metodológico según el cual, "en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta"-, y proponemos una que, entendemos, las resume a todas: el populismo es sinónimo de políticas de corto plazo no sustentables.
El populismo es lo contrario de un enfoque institucionalista y a largo plazo. El fracaso argentino, entendido por el logro de niveles de desarrollo inferiores a nuestro potencial, se explica por la presencia permanente del populismo. Que no sólo se limita al peronismo.
Populistas fueron Onganía, que entregó las obras sociales a los sindicatos; Martínez de Hoz, con la "plata dulce"; Galtieri, con la toma de las Malvinas; Alfonsín, cuando proponía el tercer movimiento histórico, o Cavallo, al sostener que un peso es igual a un dólar, entre otros ejemplos posibles.

Pese a este estado de cosas, hay espacio para una mirada optimista. Después de enormes dificultades la sociedad argentina ha logrado un consenso a largo plazo sobre la necesidad de salvaguardar la democracia. Por lo contrario, los intentos autoritarios todavía predominan en el manejo discrecional de la economía. Pero al igual que el valor de la democracia no ha sido afectado por las gravísimas crisis que hemos sufrido y los golpes de Estado han desaparecido del horizonte de posibilidades de la sociedad argentina, creemos firmemente que las políticas económicas también alcanzarán un consenso más rápido de lo que advertimos y un conjunto de medidas básicas, propias de una sana economía política y probadas en otras naciones, lograrán un extendido consenso entre los argentinos. Las recetas erróneas y mil veces repetidas serán vistas en un futuro próximo del mismo modo que hoy vemos al poder militar de antaño: como un error del pasado que no volverá a ocurrir. Es la hora de los consensos económicos. Al consenso democrático se sumará finalmente el consenso económico. Y entonces el cortoplacismo populista ya no tendrá lugar en la Argentina.
 historiador, miembro del Club Político Argentino

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