miércoles, 21 de mayo de 2014

Cómo lograr una organización global

Las personas estamos dotadas de ciertos incentivos a la acción. Por ello generalmente actuamos para nuestro propio bien o para evitar nuestro mal.

No se trata (como pretende la actual doctrina) de cambiar al ser humano, sino por el contrario, de hacer que los sistemas sociales interpreten cabalmente esos incentivos y los utilicen para lograr armonía, y no para profundizar los conflictos.

Porque la persona común no perseguirá jamás el 'bien' de los otros, sino el 'bien' de cada uno, en cualquier circunstancia y bajo cualquier sistema.

Y esos incentivos a la acción son similares para todos las personas de todos los países. Consecuentemente es posible armonizarlos en la sociedad global.

Esos incentivos se pueden clasificar en cuatro:

Para la mayoría, que son los empleados, el incentivo es su previsión, es decir un sueldo, una obra social y una jubilación estables y excedentes para que su familia tenga prosperidad
Para los emprendedores, que son diez veces menos, el incentivo es la ganancia de sus emprendimientos, con la cual sus descendientes podrían encarar sus propias empresas
Para los líderes, que son diez veces menos, el incentivo es su prestigio y fama, para ser el ejemplo que impulse a sus seguidores a continuar la lucha.
Y para los maestros, que son diez veces menos, el incentivo es agradar a Dios, fortalecer su dogma para que ilumine a sus discípulos.

La calidad de un sistema se evalúa por la mayor o menor armonización de los 'bienes' de 'sus' ciudadanos.
Pero hoy asistimos a una sociedad global, y por lo tanto ni el mejor de los gobiernos nacionales sirve para organizar la sociedad global, porque sólo se ocupa de los 'bienes' de sus propios ciudadanos.

Urge revisar la doctrina social para lograr una organización planetaria. Urge un gobierno global que logre armonizar los objetivos de todas las personas, y que borre los nacionalismos que tantas vidas costaron.

Necesitamos compatibilizar los objetivos a la acción de todos los seres humanos, a menos que esperemos impávidos la extinción de la especie humana.

Y la destrucción no sería por 'culpa' de las potencias actuales sino porque no habremos logrado organizarnos como sociedad global.

Sin embargo, creo que el mundo no se destruirá sino que asistimos al trabajo de parto de una nueva organización de la sociedad global y de un sistema único.

La distribución de las riquezas no será cuestión de incumbencia de los gobiernos, pues cada ciudadano administrará los excedentes que genere.

Esta auto-distribución parece algo inalcanzable. Sin embargo se lograría mediante un artificio increíblemente sencillo: Los aumentos salariales por productividad deben ser pagados por el Estado, con lo que tributó su patrón por sus Ganancias. Este mecanismo asegurará justicia creciente en las relaciones laborales.
Basta de nacionalismo


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