jueves, 14 de febrero de 2013

El fiasco de la solidaridad "Oligatoria"


Dicen que cuando Dios terminó de crear la última especie animal, su conciencia le dijo: Amigo, si quisieras retirarte a descansar. ¿Existirá ALGO que continúe creando cosas novedosas?
En eso estoy pensando amiga.
A la más linda de las especies animales le voy a poner un chip para que pueda observar el mundo exterior, investigar, buscar causas y efectos y tomar decisiones
como si tuviera libre albedrío, Y que pueda actuar en consecuencia.
Sin embargo me reservaré ciertos comandos. El chip será como árbol pues en última instancia responderá a las raíces que lo ligan a mí, pero tendrá ramas escudriñando el universo para poder conocer y decidir.
Creerá firmemente que tiene una identidad separada de mí y entonces actuará creyendo que todo lo hace para sí. Se llamará “yo” a sí mismo.
Imagínate entonces lo que sucederá: Comenzará a producir más que lo que consuma, para poder progresar. Tendrá tiempos libres para dedicarlos a las ciencias y a las artes, y de allí ¿qué crees que surgirán? Cosas novedosas como las que estuve haciendo hasta ahora.

“Puede no funcionar”, acotó su amiga. “En cuanto sepa que otros pueden producir más que lo que consumen, intentará quitarle algo a los más esforzados y dejará de trabajar. Será igual que cualquiera de las demás especies animales”.

Déjame terminar la idea amiga. Además del chip, haré que la única fuente de felicidad verdadera sea contemplar el fruto de su árbol. Su mayor placer será contemplar por ejemplo cómo, gracias su esfuerzo extra, sus hijos vayan siendo un poco mejor que él.
Pero no sólo eso, a los que cumplan mi cometido les vendrá buena suerte. Y a los que no lo cumplan, les vendrá mala suerte. Y esta suerte será transmitida a sus sucesores. Pero no deben comer ese fruto porque volverán a su status anterior.



Bien, todo esto era sólo una historia ficticia, pero supongamos por un momento que fuera así, supongamos que el mayor placer humano fuese contemplar los excedentes logrados con el esfuerzo propio, y supongamos que la suerte acompañara a los que lo logren.
¿Por qué creen que hemos llegado a una etapa en la que parece que todo funcionara al revés?

Desde la revolución industrial, la producción de bienes y servicios comenzó a ser colectiva. Antes si alguien hacía una silla cobraba por una silla y el que hacía dos sillas cobraba por dos sillas.
Pero desde ese momento, el trabajo se paga sólo al costo, y no al precio que se paga por el capital y por el trabajo que se consumió al producirlo.

Primero a esa diferencia se la quedaba el dueño de la empresa, pero desde que los papas empezaran a meterse en la economía y en la doctrina social, impusieron algo muy extraño: que el Estado se quedara con la parte de las ganancias de las empresas que correspondía al personal de la misma, para “re-distribuir” la riqueza.
Se comenzó a confiscar la tercera parte de las ganancias de las empresas.
Comenzó así el colectivismo también en las relaciones laborales. Y la educación pública también comenzó también a adoctrinar en ese sentido, con el slogan de la solidaridad “obligatoria”.
Pero es un error grave. La ley primera es que cada uno produzca más que lo que consuma, para ser feliz, para tener suerte y para servir efectivamente a la sociedad. No importa tanto que mi hermano me ayude, sino que yo vaya a pescar con él. La fuente de felicidad es algo privativo, e íntimo de cada individuo.

Lo primero que tenemos que hacer entonces es aprovechar esa tercera parte de las ganancias de todas las empresas para remunerar el trabajo por su precio y no por su costo.
Ello hará que se compatibilicen los objetivos del personal con los de su empresa, y entonces la rentabilidad de las empresas crecerá, porque… ¡vamos! Todos sabemos que los empleados no se esfuerzan más que lo necesario y que además su mente está más en boicotear al patrón que en desarrollar su creatividad para hacer que el trabajo rinda en su máxima potencialidad.

Y además, por sobre todas las cosas, contratar personal dejará de ser un peligro, será el mejor negocio. Y más negocio aún será contratar personal de los pueblos chicos porque como las empresas se auto-manejarán, serán más rentables.

Esto que propongo se llama “la Cuarta Postura”, una opción fresca para salir de la ciénaga de la doctrina populista con la que hemos sido catequizados desde hace un siglo.

Se llama también “Doctrina de los Talentos” porque está inspirada en la “parábola de los talentos” en la que Jesús dice que ubicará en puestos de más responsabilidad a quienes
con esfuerzo propio,  hagan rendir más su dinero. Y que les acompañará la suerte.

http://proyectoactitud.com

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